Exposiciones
Faraones

Edificio Almudin
Del 09 de Junio al 31 de Julio de 2004
Patrocinado por Bancaja, Ajuntament de Valencia y Generalitat Valenciana

La muestra "Faraones" se encuentra dividida en ámbitos temáticos que tratan los aspectos más sobresalientes del antiguo Egipto a partir de una cuidada y exquisita selección de creaciones artísticas procedentes del Museo de Antigüedades Egipcias de El Cairo, la colección egiptológica más importante del mundo.

Señores de las Dos Tierras La exposición se inicia por una nutrida galería de reyes, máximos responsables de una civilización sumamente jerarquizada. Diversas representaciones de faraones y miembros de la familia real permiten realizar un recorrido cronológico a los largo de la dilatada historia de Egipto. Es destacable el uso de una amplia gama de materiales, que van desde las piedras mas blandas, como la arenisca y la caliza, hasta las rocas mas duras, sobre las que los egipcios demostrarón una destreza excepcional a la hora de tallarlas y pulirlas para conseguir obras destinadas a una clientela muy limitada.

La majestuosa imagen de Micerino, adelantada y de mayor tamaño de la diosa Hathor y la divinidad del séptimo nomo del Alto Egipto, evoca el período en el que menos se cuestionó la naturaleza divina del faraón. En las dos últimas dinastias del imperio Antiguo, Neferefre y, sobre todo, Teti, asistierón al proceso por el que poco a poco el poder de Egipto dejó de estar de forma absoluta en manos de la monarquia ante la pujanza del clero y la nobleza provincial.

El rostro sobrio de Sesostris III, alejado de la frecuente idealización aplicada a este tipo de creaciones, se ha de situar en un momento más "humanizado" tras la triste experiencia vivida durante el primer periodo intermedio.

Tuthmosis III, en perfecto equilibrio con el dios nacional, Amón, hizo que el reconocimiento del poder de Egipto llegara a su máxima expresión territorial, durante del Imperio Nuevo.

Una boyante situación económica, no exenta de pugnas internas entre clero y monarquía, la extenuación de las posibilidades de creación artística, acotadas por rigidos covencionalismos y normas, y la singularidad, en muchos aspectos, del rey Amenhotep IV/Akhenaton, son las principales razones que pueden explicar el apasionante periodo amarniense; una etapa que los propios egipcios, a partir de Tutankhamon, intentarían borrar de la historia, sin conseguirlo. Que los rasgos reproducidos en las representaciones de Akenathon reflejen la verdadera imagen del monarca o que sean el resultado de la definición de un ser hibrido que participa simultaneamente de lo masculino, y lo femenino y lo divino, es una cuestión que concentra gran parte de los múltiples debates suscitados por este controvertido personaje y su época.

Ramsés II, en la forma colosal de la que sólo algunos faraones hicierón gala, no podia faltar a un repertorio tan solemne; su imagen y su nombre son la personificación y el espiritu de Egipto. Por último, la figura en bronce de un faraón anónimo arrodillado, es el fiel reflejo del crepuscúlo de una civilización que vivió sus ultimos momentos en clara situación de inferioridad frente a la pujanza de diferentes potencias extranjeras.

Destellos de un esplendor pasado El ámbito dedicado a la joyeria es un complemento del anterior, ya que los objetos expuestos pertenecierón mayoritariamente a faraones y a miembros de la familia real. Oro, lapislázuli, cornalina y feldespato, como materiales lujosos, e incrustaciones de pasta vítrea, como recurso más económico que los primeros, se combinarón para la fabricación de objetos cargados de belleza, valor y magia. Las producciones del Imperio Nuevo están bien representadas por dos obras procedentes de Dahshur; en el mango de la daga, la perfección con que fuerón ajustados los diferentes elementos que forman la composición, es una muestra de la inigualable ejecución técnica lograda por los artesanos de la dinastia XII; en el cinturón de Sat-Hathor, lo sencillo de su diseño es precisamente su principal virtud, si se compara con la sobrecarga de motivos apreciable en obras contemporanéas y, sobre todo posteriores.

Los trabajos que Pierre Montet realizó en el yacimiento arqueológico de Tanis entre 1929 y 1940, culminarón con el descubrimiento de tres tumbas reales intactas de las dinastias XXI y XXII. Faraones y otros personajes de la corte tanita, perfectamente equipados para su vida eterna con numerosos y ricos objetos funerarios; un fabuloso hallazgo que pasó desapercibido ante la inminencia de la Segunda Guerra Mundial. Afortunadamente, exposiciones como ésta, contribuyen a rememorar este episodio egiptológico y dar a sus hallazgos la importancia que se merecen. A estas tumbas pertenecen dos pectorales, uno de Psusennes I y otro de su sucesor Amenemopet; el corazón de lapislazuli colgado de una cadena de oro; uno de los brazaletes hallados en la momia de Shesonq II (aunque el nombre que tiene escrito es el de su ilustre antepasado Shesonq I, fundador de la dinastia XXII); además de la cobertura de momia expuesta en el último ámbito, hallada sobre la momia de Psusennes I. En cualquier caso, el período de crisis en el que viven estos monarcas, repercute en la calidad y la riqueza material de las obras, sensiblemente inferiores a sus predecesoras.

Altos dignatarios en una sofisticada sociedad Resultaría simplista, además de poco acertado, atribuir el mérito de toda una civilización al faraón,a pesar de su jefatura absoluta en los aspectos religioso, económico, legislativo y militar, como ámbitos más importantes. El correcto desarrollo de las diferentes facetas del estado egipcio, exigió desde el primer momento una cuidada y precisa organización en la que cada habitante del Nilo tenía asignada una función especifica; campesinos, artesanos, soldados, escribas, funcionarios de la administración de diferentes escalafones, militares de carrera, jueces, sacerdotes, son también protagonistas de su propia historia.

La inclusión de estatuas de personajes humildes en tumbas de altos dignatarios podría interpretarse, dado el poder mágico que los egipcios atribuian a estas representaciones, como una concesión por parte del propietario de la tumba hacia sus servidores, que tendrían la posibilidad de compartir con él la vida eterna; lástima que el anonimato, por la falta de nombre y lo estereotipado de sus rostros, más bien lleve a concluir que lo único que pretende el ilustre difunto es garantizarse el suministro de productos necesarios para la propia subsistencia (pan y cerveza en este caso).

Mucho más abundantes, lógicamente, son las estatuas de personajes de alto rango, en realidad los únicos que junto al faraón y los dioses se lo pudierón permitir. En los ejemplares del Imperio Antiguo, procedentes de contextos funerarios, el uso mayoritario de una piedra relativamente fácil de trabajar como la caliza, es un claro diferenciador de estatus si se compara con los materiales de mayor dureza y dificultad de obtención, comunes en la estatuaria real; la definición material de una época en la que las prerrogativas del faraón y su círculo más inmediato se detectan a todos los niveles. Ello no impide, ni mucho menos, recrearse en la expresión de tranquilidad, confianza y placidez con la que hombres, mujeres y niños, de manera aislada o en grupo familiar, se representan en vida; la mejor imagen para ser tomada como modelo para la eternidad.

De otros contextos históricos y arqueológicos proceden el resto de las estatuas, que reflejan los formatos más utilizados en este tipo de manifestaciones: personaje oferente, estatua-cubo y personaje en forma de escriba. Las dos últimas fuerón halladas, acompañadas por cerca de ochocientas obras más, en la célebre cachette del templo de Amón, en Karnak, vaciada entre 1903 y 1905 por el egiptológo francés Georges Legrain; además del faraón, sólo algunos privilegiados pudierón incluir su imagen en el interior de los recintos dedicados al culto divino.

Especial atención ha de prestarse a dos obras bien diferentes. La primera de ellas es una representación del visir Paramessu, un militar que sirvió al faraón Horemheb (cuyo nombre puede leerse sobre la figura) y que fué elegido por éste como sucesor; el futuro Ramses I, sin vinculación familiar con un reciente y turbulento pasado, se encargará de aportar sangre nueva al trono de Egipto. Su efimero reinado fué seguido por el de Seti I, su hijo, y Ramses II, su nieto, los dos últimos momentos de gloria de la civilización egipcia. Si la pieza anterior es un ejemplo de la proyección máxima a la que podía aspirar un egipcio en el mundo terrenal, la apoteosis de Imhotep agota tada posibilidad de aspiración; el arquitecto, escultor, canciller y Primero despues del rey, Gran Sacerdote de Heliópolis, al que se atribuye la construcción de la primera pirámide egipcia, la de Dyesert, en Saqqara, reunió sufientes meritos como para ser ascendido a la categoría de dios, aunque ello ocurriera durante la dinastia XXVI, unos dos mil años despues de su muerte.

La cosmetica y el cuidado del cuerpo son, quizás, los aspectos que mejor ejemplifican el grado de sofisticación alcanzado por la civilización egipcia. Se han conservado productos y fórmulas para la fabricación de cosmeticos, así como una variada gama de objetos destinados a la preparación, aplicación y almacenamiento. Dos de las materias primas más utilizadas para la ealización de los complementos, fuerón la grauvaca, mal llamada esquisto y el alabastro, piedras cuya textura y color simbolizan la vida y la pureza, respectivamente. La frecuente aparición de figuras animales en estos delicados y lujosos objetos, ya desde el predinastico, y con continuidad manifiesta en épocas posteriores, aún no ha encontrado una explicación satisfactoria que lo justifique.

Dioses y mitos Diversas representaciones divinas en forma humana y animal ocupan el siguiente ambito. El dios nacional Amón-Ra, con su doble presencia, denota la importancia que a todos los niveles desempeñó en la civilización egipcia a patir del Imperio Nuevo. En torno a su imagen de desarrolló en Karnak una de las mayores estructuras de culto de la humanidad; en este caso, dos faraones emblemáticos como Tuthmosis III y Amenhotep III le presentan ofrendas. La tríada osiriana, rememora el drama divino en el que los seres humanos basarón sus espectativas para con el Más Allá; también el faraón, a través de su identificación con Horus, hijo y heredero de Osiris, el relato mitológico le valió como sólido argumento de legitimación en cuanto a su posición como gobernante de los egipcios.

Una impresionante figura en bronce de la diosa Sekhmet, completa, con Anubis, el elenco de divinidades mixtas de este apartado, dos representaciones que muestran la armonía y el naturalismo con que se supierón combinar el cuerpo humano y sus complementos (pelucas, coronas...), con cabezas de diferentes especies animales.

Seres dañinos como el escorpión, la serpiente, o el cocodrilo, fuerón asociados a diferentes entidades divinas y convertidos en objeto de culto, a fin de conjurar su peligro o dirigir su poder en pro del ser humano. La cobra, junto al buitre, fué incluso uno de los protectores y simbolos de la monarquía.

El babuino, de caracter exótico durante la mayor parte de la historia faraónica, fué considerado, junto al ibis, como una manifestación del dios Thoth, escriba de los dioses. A dos especies domesticas, el gato y el toro, corresponden dos de los cementerios de animales más importantes del antiguo Egipto, localizados respectivamente en Bubastis y Saqqara; miles de estatuillas de animales sagrados halladas en depósitos votivos de los templos, muestran la devoción especial que los egipcios expresarón ante éstos durante las útlimas dinastías.

Estelas Las estelas funerarias (localizadas en tumbas), votivas (depositadas en templos), o de ámbito domestico, como funciones y contextos más comunes, plasman, como ninguna otra producción del antiguo Egipto, la necesidad de comunicación entre el mundo de los vivos y la dimensión habitada por los dioses y los divinizados difuntos. La inseguridad de los mortales ante una pretendida vida eterna es la causa de que Osiris sea el protagonista habitual de las estelas, y Abidos, santuario principal de esta divinidad, el lugar de procedencia de muchas de estas producciones. En este auténtico centro de peregrinación, efectivamente, han sido halladas miles de ellas y hasta tumbas simbólicas, o cenotafios, que no hacen más que confirmar la popularidad y el fervor religioso que concentró, como ningún otro, el dios de los muertos. Es especialmente conmovedora la estela en la que un hijo se preocupa por el suministro de alimentos que su padre precisa en el Más Allá.

Junto a Osiris, el dios solar, en sus diferentes aspectos, también goza de una presencia significativa. El astro rey define con su salida y su ocaso diarios, un circuito cósmico por el que suceden infinita y repetidamente la vida y la muerte; la demostración de un poder del que sólo una pequeña porción bastaría al ser humano para colmar sus aspiraciones. Con este aspecto mitólogico se ha de relacionar el piramidón, monumento utlizado como remate de las capillas piramidales privadas del Imperio Nuevo; sus cuatro caras solían contener textos dirigidos hacia la divinidad solar.

Amón-Ra, en forma de carnero, es el destinatario de las oraciones de Bay, un artesano de Deir-el-Medineh que dirige sus suplicas hacia tres pares de oidos; un recurso tan sumamente expresivo y práctico como inverosimil, utilizado para propiciar la comunicación con el dios.

Moradas de eternidad La última sección de la muestra "Faraones", ofrece al visitante la posibilidad de contemplar obras concebidas para su ubicación en la intimidad de las cámaras sepulcrales y para el uso exclusivo por parte del habitante de la tumba. Sarcófagos, ataudes y vasos canopes tenían la función de proteger el elemento más importante de la tumba, el principal soporte fisico para garantizar la continuidad vital al permitir la reintegración de los componentes espirituales del difunto: el cuerpo. Esta necesidad de conservación generó el desarrollo de técnicas de momificación que se aplicarón de manera más o menos sofisticada en función de los recuersos del personaje. En cualquier caso, los órganos fácilmente putrescibles eran retirados e introducidos en los vasos canopes, mientras que el resto del cuerpo, una vez momificado pasaba a estar bajo la tutela del "Señor de la Vida", un epíteto frecuentemente utilizado para referirse a ataudes y sarcófagos. La cobertura hallada sobre la momia de Psusennes I en Tanis, contrarresta la endeblez de su estructura con la fortaleza simbólica del oro (material eterno por excelencia), los textos mágicos y el poder protector del carnero alado.

A pesar de que la vida en el Mas Allá comportaba la realización de actividades identicas a las experimentadas en el mundo terrenal, el hecho de que los cadáveres estuvieran tendidos en el suelo, en realidad, durmiendo o descansando, es una posible causa para justificar la frecuente aparición de reposacabezas en las dependencias funerarias, uno de los objetos que constituian el equipamiento básico de una tumba egipcia.

Recipientes de formas, materiales y funciones diversas suelen representar un porcentaje alto de los objetos hallados en las tumbas. A lado de cerámica que suelen contener vino, cerveza o agua, figuraban los vasos de piedra, un producto lujoso dada su dificultad de fabricación y su uso, principalmente, como contenedores de selectivos productos cosmeticos.

Es un verdadero privilegio contar con una muestra representativa del equipamiento funerario de Yuya y Tuya, padres de la reina Tiy, esposa principal de Amenhotep III y una de las mujeres más notorias e influyentes de la historia de Egipto. La importancia y el prestigio del Comandante de Carros, Yuya, y de su esposa, les permitió ser admitidos en un cementerio privilegiado, el Valle de los Reyes. A pesar de los diferentes robos que la tumba sufrió durante el Imperio Nuevo, Theodore Davis y su equipo de arqueólogos quedarón deslumbrados en 1905 ante la riqueza de su contenido; unos robos que pudierón ser los causantes de la desaparición de la parte sonora del sistro, realizada en metal. La máscara de Yuya es uno de los pocos ejemplos de este tipo de objetos pertenecientes a personajes de alto rango con que cuenta la arqueológia egipcia; fué hallada sobre la excepcionalmente conservada momia de su dueño, en lo más profundo de un dispositivo formado por tres ataúdes y un sarcófago, contenido el mas pequeño en el interior de otro mas grande y así, sucesivamente. En 1996 tras los trabajos de restuaración que repararón los desperfectos ocasionados por los saqueadores, esta obra de arte fué expuesta por primera vez, en el Museo Egipcio de El Cairo.

Diecinueve ushebtis (catorce para Yuya, cuatro para Tuya, y uno anónimo), constituyen el elenco de servidores funerarios que estos personajes dispusierón para su vida eterna. La calidad extrema del trabajo de talla en el ushebti de Yuya, apreciable también la figura funeraria de Piay, es característica y factible en una época en la que estas figuras se incorporaban a las tumbas privadas en número reducido, a diferencia de periodos posteriores en los podian llegar a superar los tres centenares. El ataúd en miniatura, con una detallada representación del ba o alma y la caja con triple compartimento, donde aparece el difunto dirigiendo sus oraciones a Hathor y a Osiris, muestran dos de las soluciones para contener, individual o colectivamente, los ushebtis.

Una pieza procedente de la tumba de Tuya y Yuya, el amuleto del pilar Djed, simbolo de estabilidad y regeneración asociado a Osiris, fué dotada con suficiente carga mágica como para resumir y cerrar gran parte del contenido de esta exposición y del deseo más profundo de los antiguos egipcios: la perpetuidad de su memoria en el tiempo.

Luis Manuel Gonzálvez
Fundació Arqueológica Clos
Museo Egipci de Barcelona

Texto y fotos: Folleto de la Exposición



La gran muestra de arte egipcio, que puede verse en el Almudin, recorre buena parte de la historia de la civilización egipcia a traves de 86 piezas procedentes del Museo de Antiguedades Egipcias, considerada como la colección egiptológica más importante del mundo.

Se trata de un recorrido de largo alcance, en cualquier caso. Y no solamente por el valor de las piezas expuestas, sino por el período que alcanza. Las piezas que componen esta ambiciosa exposición -seleccionadas por el prestigioso Museo de El Cairo- abarcan los periodos que van del Dinástico antiguo (3150 ac) al Ptolomeico (30 ac), es decir, algo más de tres milenios representados a través de importantes y significativas muestras del arte egipcio.

Dividida en seis apartados que reflejan diversos ámbitos del antiguo Egipto, "Faraones" supone un éxito desde el punto de vista organizativo y expositivo. "Señores de las dos Tierras", "Destellos de un esplendor pasado", "Altos dignatarios de una sofisticada sociedad", "Dioses y mitos", "Estelas" y "Moradas de eternidad" dan cuenta del esplendor pretérito de una civillización que vivió sus mejores tiempos cuando los faraones gobernaban sobre un sociedad fuertemente jerarquizada.

El primero de ellos, Señores de las Dos Tierras, muestra una galería de reyes. La figura del rey o faraón era la máxima autoridad en una sociedad estructurada jerarquicamente. En este apartado encontramos las imágenes de Micerino que reinó en una época en que apenas se cuestionó el poder real, Neferefe y Teti quienes reinarón en períodos en que Egipto fué paulatinamente perdiendo poder real en beneficio de la nobleza provincial y el clero o la de Tuthmosis III que supo llevar a Egitpto a su máxima expresión territorial.

En el segundo apartado, que lleva por título, Destellos de un esplendor pasado, encontramos joyería, mayormente de la familia real, así que, de algún modo, éste viene a ser complementario del primero, donde, como dijimos, se exhiben los bustos reales.

Los materiales son el lapislázuli, el oro, la cornalina y el feldespato, además de incrustaciones de pasta vítrea, elementos todos ellos que, combinados, dierón algunas de las más bellas piezas de joyería que se hallan podido contemplar.

Especial atención debemos otorgar al mango de la daga y al cinturón de Sit-Hathor, los pectorales de Psusenes I y Amenemopet, además del corazón de lapislázuli colgado de una cadena de oro, un brazalete hallado en la momia de Sesonquis II, sin olvidarnos de la cobertura de momia que se encontró en la momia de Psusenes I. Siguiendo el recorrido, llegamos al tercer apartado de la exposición, el cual está dedicado a los Altos dignatarios de una sofisticada sociedad. Aquí encontramos estatuas de personajes de alto rango, ejemplares provinientes del Imperio Antiguo, de la cachette del templo de Amón, que hallara a comienzos del siglo XX el egiptólogo Georges Legrain. Cabe destacar dos representaciones en este apartado; por un lado, la del visir Paramsés; por otro, la de Imhotep, a quien se atribuye la construcción de la primera piramide egipcia.

En Dioses y Mitos, se presta especial atención a las representaciones divinas. En este apartado se han dispuesto obras en forma humana y animal, que tuvierón, muy especialmente estas últimas, un papel realmente importante en el culto. Representaciones de escorpiones, serpientes o cocodrilos, además de piezas destacadas como una figura en bronce de la diosa Sejmet, podemos encontrarlas en nuestro recorrido por esta sala. Las estelas funerarias, vótivas o de ámbito doméstico constituyen las piezas exhibidas en Estelas, el siguiente paso en nuestro recorrido por Faraones. Las estelas son monumentos conmemorativos qu se colocaban en el suelo, fruto de la necesidad que tenían los egipcios de comunicarse con los dioses. En estas estelas aparecen con frecuencia los dioses Osiris y Amón-Ra.

Al fin, en Moradas de Eternidad llegamos al final de nuestro recorrido, un apartado, éste, en el que se recogen obras concebidas para su ubicación en las cámaras sepulcrales. Los sarcófagos, ataúdes y vasos canopes cumplían una función determinante: la de proteger el cuerpo. Entre las piezas más destacadas, encontramos aquí una cobertura de momia de Psusenes I en Tanis, además de una muestra del equipamiento funerario de Yuya y Tuya, padres de la reina Tiy, una de las reinas más influyentes de Egipto, esposa de Amenhotep III.

Texto: Ricardo Julve en la Revista Concejalia de Cultura Ayuntamiento de Valencia.
Fotos: Revista de la Concejalia de Cultura del Ayuntamiento de Valencia.