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Fabular edificando. La obra de Cortina

El pueblo pone mote a sus ídolos e iconos favoritos. Del arquitecto valenciano José María Manuel Cortina (1868-1950) no puede decirse que fuera un idolo: pero su Casa de los Dragones, en el chaflán del Ensanche entre las calles Sorní y Jorge Juan, fue y sigue siendo un icono urbano centenario. El mote acredita su popularidad.

El dragón, mítico guardían de tesoros, materiales y espirituales, es un emblema en la obra de Cortina. Anfibio alado que vive en la tierra, el agua y el aire, puebla su arquitectura de gárgolas y escudos. Nos lo tropezamos en sus casas y en sus panteones, custodio de vivos y muertos y celador tanto de la vigilia efímera como del sueño eterno.

Los dragones, omnipresentes en el imaginario de las más diversas culturas, ponen en los edificios de Cortina el sello de lo mítico y fabuloso.

Los dragones campean en la casa a la que han dado nombre, desde luego; pero asimismo están en las de Felix Pizcueta 3 y Caballeros 8 y en los chalets de Paterna y Bétera. Y esplenden (semejantes a los ángeles con trompetas que Gaudí echa a volar en la Sagrada Familia) en la airosa y espectacular Casa Cerní de Ceuta. De todo ello da fé esta muestra de su obra.

En la ciudad de Valencia, de la que fue arquitecto municipal y en las décadas anterior y posterior a 1900 asentó Cortina sus reales, jalonando chaflanes, algunos de los cuales arrasaría luego la codicia urbana. Y edificó en sus poblados satelites (Torrent, Paterna, Bétera) segundas residencias con encanto, halagando el gusto por lo pintoresco de su clientela burguesa.

Dejó huellas que aun perduran, de su buen oficio en Gandia, Villarreal y Teruel (de donde su madre era oriunda). Como perduran sus panteones que, a modo de templetes, celebran el ideal romántico del mausoleo como última morada.

En toda su obra practicó un desinhibido mestizaje ecléctico que, inspirado en su maestro Domenech i Montaner y en las alas de sus fantásticos dragones, combina viejos y varios estilos. Lo bizantino y lo gótico, lo modernista y lo islámico, conferencian en sus fachadas, valiéndose de un lenguaje que es común a todos ellos: la geométria.

En virtud de esta ciencia y merced a esta magia gráfica, Cortina se permite el lujo de saltar de un lugar a otro y de una época a otra, fabricando para sus allegados y más fieles clientes un mundo medio feudal medio mil y una noches, salpicado de emblemas y caprichos.

Defensor de por vida del patrimonio urbano, a cuya restauración y celebración no dejó de contribuir, Cortina se acogió en su tercera edad, ya apartado del mundanal ruido y en el entorno convulso de nuestra guerra civil, a su rango de académico de la Real de San Carlos y colmado de otros muchos honores y reconocimientos.

Fue un arquitecto a la antigua, invulnerable a los azares del siglo, y atento con esmero a cuantos oficios concurren al ejercicio profesional de la Arquitectura. Tradicional en sus fábricas y moderno en los detalles, compuso obras que todavía cuentan con el sufragio popular.

Texto: Joaquin Arnau Amo. Director Cientifico
Texto y fotos: Triptico de la Exposición
Centre del Carme - c/Museo, 2 - 46003 Valencia
Del 19 de abril al 4 de septiembre de 2.011