La legión perdida de Craso

Existe una leyenda conocida como la "Legión perdida de Craso", o sencillamente la "Legión perdida" que sin embargo tiene una base totalmente real. Leyenda ha levantado ríos de tinta y ha servido de argumento a más de un guión cinematográfico.

Tiene su comienzo en una todavía República romana, cuando tres prohombres de Roma formaron el conocido como primer triunvirato (60 a. C. - 48 a. C.), una especie de gobierno formado por tres personas. Estos fueron: Marco Licinio Craso († Harrán, Turquía 53 a. C.), Cneo Pompeyo Magno (* Piceno, Italia 29-09-106 a. C. † Peluso, Egipto 28-09-48 a. C.) y Julio Cesar (* Roma 12-07-100 a. C. † Roma 15-03-44 a. C.). A Marco Licinio Craso (considerado en aquel momento el hombre más rico de Roma), se le encomienda ir a Oriente a poner orden en la frontera del imperio parto.

Con siete legiones, más diversos grupos de tropas auxiliares, se dirige hacia Asia Menor (hoy Turquía) con 36.000 / 40.000 hombres para enfrentarse al imperio parto. Según Plutarco las tropas expedicionarias romanas estaban formadas por 28.000 legionarios, 4.000 de infantería ligera y otros tantos de caballería. Cuando llegan a Carras (Carrhae, hoy Harrán, Turquía) tiene lugar la conocida como batalla de Carras (09-06-53 a. C.). La batalla es una completa derrota para las fuerzas romanas, los partos con menos tropas (9.000 arqueros a caballo y 1.000 catafractos), pero mejor adaptados al terreno y su bien preparado ejército se imponen con absoluta superioridad. Los partos, descendientes de aquellos míticos guerreros de la estepa, disponían de una potente caballería ligera, cuyos jinetes eran capaces de manejar el arco y la montura al mismo tiempo, el arco que manejaban era el conocido como arco compuesto, un tipo de arco con poco alcance pero capaz de atravesar escudos y armaduras romanas. La infantería romana solo podía protegerse en formaciones cerradas pero eran abatidos por la caballería parta que no llegaban a ponerse al alcance de las espadas y lanzas romanas. La caballería y los arqueros romanos fueron insuficientes para contener la lluvia de flechas que les llegaban por todos lados.

A esta caballería ligera parta había que sumar la caballería pesada, conocida como los catafractos, caballos completamente revestidos de armadura, al igual que los jinetes que los montaban, estos portando largas lanzas que cuando chocaban contra el enemigo ejercían un efecto devastador. Este tipo de caballería no era muy apta para la lucha cuerpo a cuerpo, pero si era muy efectiva, pues una vez se lanzaba contra el enemigo era imposible de detener. Las bajas entre los romanos fueron inmensas, cerca de 20.000 soldados muertos y otros 10.000 prisioneros, el resto huidos en lo que fue una de las mayores derrotas de los ejércitos romanos en toda su historia.

En la batalla murió Publio, el hijo de Craso, y el propio triunviro Marco Licinio Craso, las circunstancias de su muerte no están totalmente aclaradas, no se sabe si murió luchando, o hecho prisionero y ejecutado. Según algunas versiones fue ejecutado vertiendo oro en su garganta, algo que se considera bastante improbable. A las perdidas humanas habría que añadir la perdida de las águilas romanas (los estandartes), algo que para las legiones romanas representaban lo más importante, águilas que años después el emperador Trajano lograría recuperar, cuando las tornas de la historia se volvieran del revés.

Hasta aquí los hechos reales, a partir de ahora, nos adentramos en el terreno de la leyenda. El destino de los 10.000 prisioneros, que alguien se empeñó en agruparlas como una legión, se desconoce. Según autores romanos: Plutarco y Plinio el Viejo, el destino inmediato de estos hombres fue Ctesifonte (la capital del imperio parto), participando de manera vergonzante en el desfile triunfal, donde los partos festejaron su victoria sobre los romanos. Desde la capital parta marcharon en pésimas condiciones hacia la provincia o reino de Bactria (hoy en Afganistán), destino final de su peregrinaje. Los que no murieran por el camino, serían vendidos como esclavos, o serían obligados a trabajar en las minas, o vaya usted a saber. Una teoría que puede ser pausible es que algunos de estos soldados (algunos cientos) a cambio de serles perdonada la vida, se unieran a las fuerzas partas como tropas auxiliares en la defensa de las fronteras del norte, afirmación que se basa en algunas crónicas en la cuales se documenta la presencia de soldados extraños, con técnicas de luchas ajenas a los guerreros de la estepa y que se ha querido interpretar como aquellos romanos que fueron vencidos en Carras. Es de suponer que estos romanos pudieran haber formado familia con mujeres locales y la identidad romana se hubiera disipado con el transcurrir del tiempo.

En 1955 el autor norteamericano Homer Hasenpflug Dubs, afirmaba que en algunas crónicas chinas, se habla de una población de características no orientales, de mayor estatura que el resto y con características físicas distintas a la población local. Estas crónicas chinas fechadas en el 36 a. C. durante el periodo de la dinastía Han, hablan, que fuerzas chinas se habían enfrentado a unos grupos nómadas de la estepa que asolaban el territorio y que con ellos participaban y fueron hechos prisioneros soldados (mercenarios) de características físicas distintas a la población esteparia. Estos peleaban con técnicas como de "escamas de pez" (la famosa testudo romana) y que defendían los campamentos con empalizadas de madera. Sobre estas afirmaciones el autor llega a la conclusión que estos mercenarios eran los restos de la famosa legión perdida de Craso. Para ahondar en el caso, se dice que estos mercenarios fueron deportados a una ciudad que durante mucho tiempo llevaba el nombre de Li-Jien o Liqian, cuyo parecido con el término "legión" es más que evidente. Se han hecho pruebas de ADN entre algunos miembros de esta población local, y los resultados no han sido concluyentes, por lo que todavía persiste en la leyenda, que fue de aquellos 10.000 romanos hechos prisioneros en Carras y que siguen perdidos en las brumas de la leyenda.